El tiempo avanza inexorablemente, y con él, el otoño profundiza sus raíces en la naturaleza y en nuestras almas. Cada hoja que cae nos recuerda la fugacidad de la existencia y la importancia de vivir cada momento con pasión y propósito. Pero este mes, con su sutil descenso hacia el frío del invierno, también nos ofrece una oportunidad única de introspección. Es una época para abrazar la quietud, para reflexionar sobre lo que hemos logrado y lo que aspiramos a ser. En medio del silencio de las mañanas brumosas y las tardes doradas, encontramos espacio para conectar con nuestro ser más profundo, reevaluar nuestros caminos y redescubrir la magia que reside en los detalles más simples. Es en estos momentos de contemplación donde la verdadera esencia del otoño se revela: una invitación a apreciar la belleza en la transición, a valorar la impermanencia y a encontrar esperanza y renovación en cada cambio.
A veces damos por sentadas las pequeñas alegrías de la vida hasta que se desvanecen. La sonrisa de un ser querido, el aroma del café por la mañana, la caricia del sol en el rostro. Son regalos efímeros que conviene saborear profundamente en el momento, para que su recuerdo perdure cuando se hayan ido. De igual modo, procuremos valorar cada instante compartido, cada intercambio de ideas, cada atisbo de entendimiento mutuo. Son tesoros que brillarán a través del tiempo.
En este momento en que vivimos ha tomado mucho auge el estoicismo, la corriente griega que procede de la stoa poikile, donde Zenón daba clases. Evolucionó y actualmente se ha recuperado mediante los textos de Séneca y Marco Aurelio. Y se han adaptado en forma de principios para tener un mejor plan de vida. Hay conexiones con el budismo, con el mindfulness y con el minimalismo. Considero que el estoicismo como filosofía a aplicar en la vida y resolver un modus vivendi es insuficiente. De la filosofía helensitica creo que es importante recuperar el eclecticismo y el escepticismo. Cada forma de pensar sobre el mundo, epistemologia, tiene sus límites y su formulación en cada época. Pero todas ellas son fundamentales para poder entender la realidad y pensar sobre la misma, y en el ejercicio de pensar está el razonar, el dudar, el destruir y el construir entre muchos otros procesos mentales.